Buenos Aires dibujado en Vino & Tango I

Hoy el arrabal se confunde con el centro y el percal dió paso al “modal”, que es más sensual y encima no se plancha! El tango  fue por un tiempo relegado por música de otras latitudes. El clásico “Pingüino de la casa”  fue traicionado por la gaseosa… Sin embargo hoy Vino y Tango han vuelto por sus fueros y además representan a nuestro país en el imaginativo mundial. El Turismo llega para beber Malbec y aprender a bailar tango.

En realidad siempre ambas pasiones han tenido estrecha relación. En el escenario del arrabal, convivían el conventillo y la pobreza que  se paliaban con el vino. Cantores de toda laya lloraban sus penas de amor frente a la botella. Como en Nostalgias: Quiero emborrachar mi corazón /  para olvidar un loco amor /  que más que amor es un sufrir...

Y la chica que “escalaba posiciones”  festejaba con el vino espumante en el cabaret. Aunque enfrentara realmente  la fiera realidad de las Milonguitas porteñas que retrata Enrique Delfino :  Y entre el vino y el último tango p'al cotorro te saca un bacán... / ¡Ay, qué sola, Estercita, te sientes!  Si llorás...¡dicen que es el champán

En las familias se escuchaba tango (imbatible Gardel, Julio Sosa, D´Arienzo) y se bebía a diario vino y soda.
El tango ha reflejado el entramado social porteño, desde el guapo al bacán. Y el bar donde se ahogan  las penas de amor. Recordamos uno de los tangos más bellos, de Cadícamo y Cobián “Los Mareado” que dice Rara.../ como encendida/ te hallé bebiendo/ linda y fatal.../ Bebías y en el fragor del champán,/ loca, reías por no llorar... Esta noche, amiga mía,/ el alcohol nos ha embriagado.../ ¡Qué me importa que se rían/ y nos llamen los mareados!.../
La lejanía, también se adormecía con vino y música, como en Tinta Roja …Y aquel buzón carmín  y aquel fondín/  donde lloraba el tano / su rubio amor lejano   /que mojaba con bon vin...
Un enorme poeta del tango, Horacio Ferrer entrama  amor, tango y vino: He muerto, amor, y muerto me reencarné en tu vino/ Bebete vos mi cuerpo,/ renaceré en tu aorta. / Qué sobrehumanamente, por Dios, ya muerto y vivo / te esperará mi espectro caliente en cada copa. Regreso de la nada trajeado de racimos,  /  tangueando entre los duendes de la bodega absorta,/   allí donde los dioses lo encurdan al destino  / y aprendo a ser tu vino, de pie sobre tu boca.