Custodio del vino: La Càpsula

Todo nació allá a lo lejos en Viena, en el año 1760. La bella ciudad austríaca era la sede de la corte más famosa de Europa. Donde llegaban los vinos de Burdeos en vasijas de madera que se consumían en fastuosos banquetes.
 
Pero obviamente quedaba vino sobrante, entonces se guardaban en las mismas vasijas, donde habían sido trasladados.
 
Sin embargo luego de un tiempo y gracias al aire que había quedado dentro de las mismas, ese buen vino se había convertido en vinagre. Un problema solucionado luego por un descubrimiento,  el vidrio y con él, la botella y el corcho.
 
El vino estaba a salvo… o al menos eso se creía. Porque surgió un problema: Se contabilizaban cada vez menos botellas o menos vino en la botellas. ¿Que sucedía?
 
Gente de palacio, administradores amigos del vino ajeno y otros que nunca faltan "mermaban" las botellas o el mismo vino, violando el corcho y en ocasiones reemplazando el rico Burdeos por vinos de mucho menor calidad. Otro factor de deterioro era el ataque de la humedad.
 
¿Qué hacer? En 1761 el Rey decide precintar todas sus botellas con un lacre sellado y castigar con pena de muerte a los que osaban violarlas. Práctica difundida muy pronto por toda Europa. Sin embargo el lacre era complicado. Al querer abrir la botella, el lacre saltaba, manchando copas, platos, manteles y gente a veces. Y convengamos que ese sello no era en ocasiones tan hermético porque solía resquebrajarse.
 
El problema que tenía en jaque a la industria fue solucionado por un húngaro en 1789. A un tal Sr. Hagi se le ocurrió envolver el corcho en una lámina (cápsula) de estaño y un precinto, que incluso podía ostentar el sello del Rey en la cabeza.
 
Pasó el tiempo y el estaño resultaba caro. Hubo que pensar en utilizar otros elementos. Entonces llegaron las cápsulas a base de plomo o de plomo-estaño.  La Capsula siguió su camino hasta que en los '90, en Estados Unidos "a consecuencia de una ley de medio ambiente (residuos tóxicos), se crea una legislación que obliga a los fabricantes a incluir menos de 100 partes por millón (ppm) de metales pesados tóxicos en sus envases". Por supuesto las cápsulas de plomo fueron prohibidas.
 
Este tema de la toxicidad dio origen a una leyenda, que decía que la prohibición se debía a que la cápsula de plomo contaminaba el vino. Pero el tema real eran los residuos tóxicos de la capsula que se tiraban a la basura.
 
Algunas bodegas aún persisten en la combinación plomo-estaño en cápsulas de una sola pieza porque, aunque caras, son las que se adaptan al pico de la botella de una forma más perfecta. Por lo tanto se utilizan para vinos de alta gama.
 
Las cápsulas modernas pueden ser de dos piezas: cabeza y cuerpo principal. Resultan mucho más económicas que las de un solo cuerpo y se adaptan también mejor, al embotellado a velocidad, como las de alumnio. Hoy también hay cápsulas de PVC, aunque son también rechazadas en algunos países por cuestiones del medioambiente. Otra solución es el lacre sólo en la cabeza del corcho. Con referencia al nuevo cierre a rosca –Screw Cap-, es muy eficaz aún que sin el encanto del corcho (bueno cuando ¡¡¡¡no tiene TCA!!!)