Continuamos con la serie de entrevistas exclusivas a referentes de la industria 

Vinos de terroir vs. Vinos globalizados ¿una dicotomía que parece no ser tal? 

Por Marina La Forgia
 
La visión y el análisis de Andres Rosberg, Presidente de la Asociacion Argentina de Sommeliers.
Entrevistar a Andres Rosberg, uno de los profesionales de la industria del vino argentino más reconocidos a nivel local y en el mundo, resulta sin dudas un ejercicio interesante. Conoce la materia como pocos, explica y analiza la industria con claridad y profundidad. Desde su visión de sommelier logra definir al vino y amalgamar a la perfección los conceptos quizás más románticos y subjetivos junto a los técnicos y comerciales. Porque este todo conforma en definitiva al vino. ¿Podemos entonces diferenciarlo en dos tendencias? ¿Existen tendencias contrapuestas? ¿En qué lugar ubicaríamos hoy a los vinos industrializados? ¿Podemos o no utilizar el concepto de estilo internacional?. Veamos y analicemos junto al presidente de la Asociacion Argentina de Sommeliers, quien entre tantas ocupaciones y compromisos ha gentilmente accedido a darnos esta enriquecedora entrevista.
 
¿Podríamos decir que la elaboración de vinos, tomando en cuenta el concepto de terruño, es una tendencia mundial para poder competir en una industria cada vez más atomizada?
 
Es importante, en primer término, definir el tema que tratamos. En principio, la dicotomía planteada en el título de la nota pareciera no ser tal, puesto que existen muchísimos vinos que reflejan el terroir del que provienen, y están tremendamente globalizados. Se podría plantear entonces un antagonismo no ya entre vinos de terroir y vinos globalizados, sino más bien entre vinos de terroir y vinos industriales en los que el signo está dado más por la bodega que por el origen. 

La industrialización del vino que se ha dado en los últimos quince o veinte años, por su parte, ha repercutido en el sector vitivinícola en varios frentes. En una primera -y positiva- instancia, ha logrado que los vinos de menor precio no tengan defectos y sean agradables de tomar, popularizando así la calidad. Esto, sin duda, ha incrementado la competitividad del sector y la accesibilidad a vinos tal vez simples, pero sabrosos y a buen precio.

En las gamas media y alta, sin embargo, la situación es más compleja, ya que el trabajo en bodega no es suficiente, y se necesita también del aporte del terruño. Estos vinos siempre han existido, con lo cual hay que tener en cuenta que, si bien es cierto que existe una revalorización de los vinos en los que se refleja el viñedo, antes que los trabajos en la bodega, no es una “tendencia” que haya surgido recién ahora. 

Por último, todo en la industria indica que la tendencia no es a la atomización, sino más bien se encuentra cada vez más concentrada en menos productores, menos importadores, menos distribuidores y menos retailers, lo que está aumentando el rigor de la competencia y redistribuyendo las relaciones de fuerzas en el sector.
 
¿Cómo definirías a la profesión del enólogo actual? ¿Un artista, un mediático, el mejor vendedor de la bodega? Entre enólogos itinerantes, tradicionales, innovadores, ¿cuál prefieres?

El enólogo fue, es y será el responsable de la elaboración del vino. Ni más, ni menos. Si además es carismático o simpático o buen vendedor, tanto mejor, pero a la hora de la verdad hablan, o deberían hablar, los vinos. Así, entre enólogos itinerantes, tradicionales e innovadores, voy a preferir siempre al que haga el mejor vino. A lo sumo, y a modo de corolario de la respuesta anterior, suele suceder que este enólogo sea, además, el que más tiempo pase caminando y atendiendo sus viñedos.

Bajo las mismas condiciones (técnicas, geográficas, materias primas, etc.), ¿pueden hacer el mismo vino un enólogo local y uno internacional? ¿Por qué?.

Es prácticamente imposible que las condiciones sean las mismas, más allá de que el uso de selecciones clonales, levaduras industriales y otros factores tiendan a homogeneizar las características de algunos vinos. Y esta es, justamente, la virtud cardinal de esta bebida: Su diversidad. Ni siquiera el mismo enólogo puede hacer el mismo vino dos veces. No obstante, y especialmente en el caso de las elaboraciones industriales, sí se pueden hacer vinos de segmentos de calidad similares.

¿Existe realmente el concepto de “estilo internacional”? Si así fuera, ¿favorece o perjudica a la industria local?

El concepto de “Estilo internacional” tiende a relacionarse con vinos frutados, sabrosos, con dosis relativamente altas de profundidad de color, brillo, expresión aromática, concentración y madera, y dosis relativamente bajas de mineralidad, acidez, astringencia y carácter –y, por ende, de influencia del terroir. La existencia de vinos que responden a esa concepción del “estilo internacional” no beneficia ni perjudica a la industria local, puesto que, de alguna manera, son vinos que responden a un nicho de consumidores que buscan esas características. Incluso se podría argumentar que en algunos casos como el de la vitivinicultura salteña, por ejemplo, la concentración y el alto tenor alcohólico responden al soleado terruño del que provienen. Lo que sí perjudicaría a la industria local sería que no hubiera vinos que reflejen el terroir del que provienen, y que apunten a un consumidor más exigente. El uso del concepto de “estilo internacional”, por último, debe ser utilizado con cuidado, ya que muchos de los vinos que mejor reflejan el terruño que les da origen gozan también de gran reconocimiento a nivel internacional.

Una segunda acepción posible de la idea de “estilo internacional” está ligada a lo que es la producción de vinos de alta calidad, o world class. Así, un vino podría de alguna manera ser “de cabotaje”, implicando una calidad baja a media, o “internacional”, en el sentido de que podría competir en una suerte de “primera división” del vino en el mundo. 

Así, el concepto de “estilo internacional” no favorece ni perjudica per se al sector vitivinícola argentino. Es lo que se hace con él, y cómo se hace, lo que puede redundar en un beneficio o no para la vitivinicultura argentina. Ciertamente, en la medida en que la primera interpretación se imponga para los vinos de precio bajo, y la segunda permita contar con cada vez más etiquetas competitivas en los segmentos medio y alto, la Argentina tendrá mayores posibilidades de achicar la brecha existente entre el lugar que ocupa en el mundo como productor y el que ocupa como exportador.

Si hablamos de vinos argentinos, ¿hacia donde se encaminan? ¿A diferenciarse por su terruño -para convertirse en únicos-  o a globalizarse para ganar más mercados?

Sería como mínimo imprudente generalizar. Diferentes productores van en distintos sentidos, e incluso esa diversidad es una de las fortalezas de la vitivinicultura local. Es importante poder producir vinos sabrosos y con fruta en buen precio, que sean populares y muevan volumen, y también lo es producir otros que tengan una mayor complejidad y estructura, que puedan competir con lo mejor del mundo, mejorar con la guarda, devenir etiquetas de culto y colección, etc. Las grandes naciones vitivinícolas del globo son capaces de abarcar todo el espectro, desde la hautcouture hasta el prêt-a-porter, y Argentina no debería ser la excepción.

¿Le conviene al vino argentino “internacionalizarse”?

Si se entiende “internacionalizarse” como ganar mercados y exportar cada vez más, claramente conviene. Luego, diferentes estrategias deben ser utilizadas para distintos segmentos, mercados cambiantes, y exigencias crecientes de parte de los consumidores. No es lo mismo el vino a granel que el de alta gama, de la misma manera que no es igual EEUU que China. El potencial con el que cuenta el vino argentino es enorme, y los enfoques son complejos y múltiples.

¿Deberían los vinos argentinos seguir definiendo su personalidad bajo los parámetros de los consultores internacionales? ¿Existe un riesgo de estandarización o es imposible hacer dos vinos iguales?

La vitis vinífera es internacional, fue introducida en las Américas. La inmigración construyó la vitivinicultura argentina. No parece lógico renegar de los consultores internacionales, y mucho menos de la multiplicidad de productores de diversos países que se han instalado en Mendoza trayendo consigo un savoir faire específico, nuevos cepajes, innovadores procesos de producción, etc. 

Hacer dos vinos iguales es, sino imposible, al menos improbable. Incluso el mismo vino a menudo varía de una botella a otra. Se ha planteado, no obstante, la existencia de riesgos para la vitivinicultura argentina, incluyendo una creciente especialización en Malbec y una tendencia a hacer vinos que son similares entre sí, especialmente visible en las botellas de entre USD 10 y USD 20 en el mercado de exportación. 

En lo personal creo que la comparación del supuesto fenómeno Malbec con el Syrah australiano tiene poco asidero, ya que Argentina cuenta con un mercado mucho más atomizado, en el que coexisten diversas culturas como la italiana, la francesa, la norteamericana, etc., y una superficie de viñedos muy importante en la que el Malbec representa sólo algo más del 10% del total. Los viñedos de Malbec, además, están implantados con selecciones masales, que difieren genéticamente unas de otras, lo que de por sí contribuye a la diversidad. Por último, las entidades encargadas de la promoción del vino argentino tomaron debida nota del fenómeno australiano, y están trabajando fuertemente en la difusión de nuestros blancos y espumosos, y de otras variedades tintas como el Cabernet Sauvignon, los blends y algunos otros varietales más de nicho como el Petit Verdot o el Cabernet Franc.

En la medida en que la calidad de nuestros vinos vaya en aumento y se mantenga -y mejore- la relación calidad-precio de nuestros vinos en todos los segmentos de precio, el panorama es positivo.

¿Podemos hablar de “vinos de terroir” argentinos, o sudamericanos? ¿O es extender demasiado el término bordeándolo con el concepto “globalizado”?

Podemos hablar de varios terroirs en Argentina y en otros lugares de Sudamérica, pero no parece atinado referirse a un país, y menos a un continente, como si fuera un único terruño.

¿Hay alguna apreciación adicional que te surja con la reflexión de esta posible rivalidad entre vinos de terroir y vinos globalizados y que quieras compartir?

La diversidad no necesariamente tiene que ser pensada en clave de rivalidad. Hay distintas maneras de encarar la vitivinicultura, y ellas pueden coexistir. Para lo que ya no hay lugar, no obstante, es para la improvisación o la falta de seriedad, ya que es un sector cada vez más competitivo.